jueves, 28 de diciembre de 2017

NOCHEVIEJA

Tras las celebraciones de los días 24 y 25, nuestro siguiente objetivo es la Nochevieja. Podemos afirmar que esta fiesta no tiene un origen cristiano, sino que más bien celebramos que termina un año, y guardamos la esperanza de que el que entra sea algo mejor. Siempre tenemos intenciones renovadas que intentamos llevar a cabo: ir al gimnasio, pasar más tiempo con la familia, empezar una dieta… aunque muchas veces se quedan por el camino.
La nochevieja es un momento de hacer balance y olvidar todo lo que nos ha hecho sufrir. También nos acordamos de los que ya no están, y como dice la canción de Mecano: “Entre gritos y pitos los españolitos enormes, bajitos hacemos por una vez algo a la vez”. Pero no solo los españoles celebramos la entrada del año nuevo, el resto del mundo también se engalana y sigue sus rituales para despedir el año que termina.
En la mayor parte de los hogares españoles, se reune la familia, y al igual que en Nochebuena nos sentamos alrededor de una mesa repleta de manjares y licores, para terminar con turrones, mazapanes, almendras garrapiñadas, fruta escarchada, polvorones… A las doce menos cinco estamos pendientes del reloj de la Puerta del Sol que nos indica el comienzo del nuevo año. Tomamos doce uvas, una por cada mes del año. Son las llamadas uvas de la suerte, ya que si consigues tomarte las doce antes de que el reloj termine de dar las campanadas, tendrás un año repleto de buena suerte. Imagino que muchos ya sabreis de donde proviene esta tradición de tomar las uvas, aún así explicaré muy brevemente donde se originó y cuando empezaron a tomarse: 1909 fue un buen año para la agricultura vinícola. A consecuencia de esto hubo un gran excedente de uva, por lo que los agricultores tuvieron que pensar como colocar este excedente, ya que era demasiado grande como para dejarlo fermentar. A base de imaginación, impusieron tomar doce uvas como representación de los meses y con las doce campanadas.
Pero la tradición de celebrar la entrada del año nuevo se remonta a los inicios del Imperio Romano, los cuales dedicaban el mes de enero al dios bifronte Janus, el cual mira hacia delante y hacia atrás; mirando el año que se va y el que entra. Estaba representado con dos caras; una  de un hombre viejo y barbudo que simboliza el año que se va, y la otra, de un hombre joven que representa el año que empieza. Al igual que nosotros, la última noche del año se reunían con las personas más allegadas e intercambiaban dulces como presagio del año tan dulce que les esperaba. La iglesia en la Edad Media, intentó acabar con esta celebración, pero por suerte para nosotros, no lo consiguió. Por esta razón cada 31 de diciembre nos juntamos con nuestros seres más queridos, nos vestimos de gala y nos comemos las doce uvas de la suerte.? Superstición? ¿Tradición? No lo se, pero de lo que estoy segura, es de que para mi es una noche mágica.
Feliz Año!!!